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¿El Tirano Realmente es Feliz?




 Les comparto el enlace del episodio:


https://open.spotify.com/episode/4lFlegNvTssaalWM0dKd31?si=H844EjilRxixR-9RMMPTOw


Platón, después de abordar las formas corruptas de gobierno, analizará al hombre nacido de la peor forma de gobierno, de la tiranía. Buscará entender cómo surge y se comporta un tirano.

Platón compara al hombre tiránico como un zángano:

Ninguna otra, dijo, sino ésta precisamente.
Pues bien: cuando los demás deseos, zumbando alrededor del amor, entre nubes de incienso y repletos de perfumes, de coronas, de vinos y demás placeres licenciosos propios de tales reuniones, hacen crecer y alimentan al zángano hasta no poder más, armándole a la vez del aguijón de la pasión, es entonces cuando, presa de delirio y escoltado por la locura, se agita frenéticamente este jefe del alma; y si encuentra en sí mismo ciertos principios o deseos de los que se tienen por buenos y en que haya todavía un resto de pudor, los mata y los arroja de sí, hasta no limpiarse de toda sensatez y atiborrarse de aquella locura advenediza.

He ahí, dijo, una acabada exposición de la génesis del hombre tiránico.

¿Y no será ésta la razón, pregunté, por la que, desde antiguo, se llama al Amor un tirano? (573a-b).


Líneas adelante añade:


De modo, pues, divino Adimanto, proseguí, que un hombre se vuelve tiránico, con toda exactitud, cuando por su naturaleza o por sus hábitos o por ambas cosas, se hace borracho, erótico o demente (573c).


El tirano surge de los excesos en sus deseos, cuando no los modera y los somete al régimen de su razón. Se vuelve una tiranía en su alma. El Amor será el tirano de su alma; pero no es un amor hacia los demás, es un amor desordenado a sí mismo. El tirano antepone sus deseos sobre los de los demás.

¿Cómo se origina un tirano, antes de llegar a lo que es?


Ahora bien, proseguí, he aquí cómo se comportan estos hombres en su vida privada y antes de llegar al poder. Primeramente, aquellos con quienes conviven, sean quienes duren, se convierten en sus aduladores, dispuestos a servirles en todo, o si ellos mismos necesitan algo de alguno, se arrastran a sus pies, tomando desvergonzadamente todas las apariencias de la adhesión, a reserva de volverles la espalda una vez que han alcanzado su objeto.

Muy cierto.

Y así pasan toda su vida sin ser jamás amigos de nadie, sino siempre déspotas de uno o esclavos de otro, porque de la verdadera libertad y amistad no podrá gustar nunca la naturaleza tiránica (575e-576a).


El tirano es un doble cara, usa máscara, aparenta ser quien no es. Por eso la realidad misma supera con creces las teorías filosóficas.

El tirano al ser una persona que en apariencia lo posee todo, ¿realmente podrá ser llamado feliz?

En la tiranía predomina la tristeza, la esclavitud y la pobreza:


El alma tiránica, por tanto, será siempre, y por necesidad, indigente e insaciable.

Es cierto, dijo.

¿Y no será también una necesidad qué tal ciudad y tal hombre estén llenos de miedo?

Con gran necesidad.

¿Crees tú que podamos hallar en ninguna otra ciudad más lamentos, gemidos, llantos y dolores que en ésta?

De ningún modo.

Y en cuanto al individuo, ¿piensas que estas cosas puedan encontrarse en otro hombre con mayor abundancia que en el hombre tiránico, enloquecido por sus deseos y sus amores?

¿Cómo podría pensarlo?, dijo (578a-b).


El tirano también es esclavo de sí mismo y de sus súbditos.



En realidad de verdad, por consiguiente, y a despecho de lo que otros puedan pensar, el tirano efectivo es efectivamente un esclavo sometido a las mayores lisonjas y servilismos, adulador de los hombres más depravados, incapaz de satisfacer aun en parte mínima sus deseos, menesteroso de multitud de cosas y verdaderamente indigente para todo aquel que sepa penetrar en la totalidad de su alma. Desbordante está de miedo en todo el curso de su vida y lleno de sobresaltos y dolores, si es verdad que su estado es imagen de la ciudad que gobierna. ¿O no es verdad que es su imagen?

Y en qué forma, dijo.

Pues a más de estas cosas, todavía hemos de atribuirle a nuestro hombre todo aquello que mencionamos antes, o sea la necesidad en que está (y más ahora que antes, por razón de su mando) de ser recientemente envidioso, pérfido, injusto, sin amigos, impío, albergador y sustentador de toda maldad, y como resultado de todo esto, lo más desventurado que un hombre pueda ser, y tornando semejantes a él a cuantos se le acerquen (579d-e).


ARGUMENTO PSICOLÓGICO.

Recordemos que en Platón hay tres partes del alma, y al predominio de una parte inferior sobre las superiores del alma, recae en una forma corrupta de gobierno, tanto en el hombre, como en el Estado. 

A la concupiscible a los placeres excesivos en el comer, en el beber y en los placeres del amor, le corresponde la oligarquía, amiga del dinero y del lucro. Es el hombre avaro. Timocracia y Oligarquía.

A la parte irascible, es la que aspira a la dominación, al triunfo y la gloria. Es el hombre ambicioso. Democracia y Tiranía.

A la parte intelectual, es la amante de la ciencia y el saber. Es el filósofo. Monarquía, Aristocracia. Monarquía aristocrática.

ARGUMENTO METAFÍSICO.

Platón mostrará que los placeres intelectuales son más perfectos que los corporales, porque el alma es el lugar donde se manifiesta el mundo de las ideas, que es más real y verdadero que el mundo físico.


De los dos géneros de cosas, ¿cuál es, en tu opinión, el que participa más de la pura realidad: el de aquellos como el pan, la bebida, la carne y el alimento en general, o el de la opinión verdadera, la ciencia, la intelección, en suma, el de toda virtud? He aquí cómo has de juzgar. Lo que participa de aquello que es siempre igual, inmortal y verdadero, y que con esta naturaleza se da en un sujeto semejante, ¿no te parece de mayor realidad que lo participante de lo que es siempre mudable y mortal, y es así en sí mismo y en el sujeto en que se produce?

Muy superior, dijo, es lo participante de lo inmutable.

Según esto, ¿la esencia de lo siempre mudable participa más de la realidad que la realidad de la ciencia?

De ningún modo.

¿Y más de la verdad?

Tampoco.

¿Y si participa menos de la verdad, ¿no será también menor su participación en la realidad? (585b-c).


Y por esto concluye:


Aquellos por consiguiente, para quienes el pensamiento y la virtud son cosas desconocidas, y que andan siempre en festines y otras cosas del mismo género, se ven arrastrados, por lo que puede verse, a lo bajo, para volver enseguida a lo que está en medio, y en este vaivén, sin poder rebasar este punto, pasan su vida. Jamás han levantado sus ojos ni dirigido sus pasos a lo verdaderamente alto, ni se han llenado realmente de lo real, ni han gustado del placer firme y puro, sino que, a manera de bestias, miran siempre hacia abajo con el cuerpo agachado hacia tierra y hacia sus mesas como bestias de ganado que se hartan y se acoplan, y por la rivalidad de que quién tendrá más, se cocean y cornean entre sí con cascos y cuernos de hierro, y llegan a matarse por su insaciable avidez que viene de que no llenan de cosas reales un contenido igualmente incontinente (586a-b).


El placer intelectual, del alma es el verdadero; los del cuerpo son apariencias, son fugaces. Por eso el tirano, el demócrata, el oligarca son infelices, porque sólo aparentan ser dichosos.


Cuando, por consiguiente, el alma toda entera acepta dejarse conducir por la parte amiga de la sabiduría y no hay en ella ninguna sedición, resulta entonces que cada una de las partes cumple en todo la función que le es propia y practica así la justicia, y enseguida, que cada cual cosecha los placeres que le son propios y que son también los mejores y, en la medida de lo posible, los más verdaderos.

Enteramente.

Cuando, por el contrario, es alguna de las otras dos partes la que domina, la consecuencia es que ni ella misma encuentra su propio placer y que, además, obliga a las otras partes a perseguir un placer ajeno y falso.

Así es, dijo.

Y mientras más se aleje algo de la filosofía y de la razón, se producirán tales efectos en grado máximo.

Seguramente.

Pero lo que se aleja más de la razón, ¿no se aleja también de la ley y del orden?

Claro que sí.

¿Y no nos fue evidente que los deseos eróticos y tiranos son los que están en mayor lejanía?

Con mucho (586e-587b).


¿En qué, pues, Glaucón, o por qué razón hemos de decir que sea de provecho la comisión de actos injustos, deshonestos o vergonzosos, que por más dinero o poder que nos proporcionen, sea el que fuere, nos hacen más perversos de lo que éramos?

Por ninguna razón, dijo.

¿Ni cómo pretender, en fin, que al criminal le viene alguna ventaja de no ser descubierto y no pagar su pena? ¿O no es verdad que el criminal encubierto se torna más malvado aún? En el descubierto y castigado, por el contrario, la bestialidad se adormece y suaviza, y los instintos pacíficos quedan en libertad. El alma toda entera, restituida a su mejor naturaleza y mediante la adquisición de la templanza, la justicia y la sabiduría, conquista un estado más precioso que el del cuerpo dotado de salud, vigor y hermosura, y tanto el del cuerpo dotado de salud, vigor y hermosura, y tanto más en la medida en que el alma es más preciosa que el cuerpo (591a-b).


La ciudad perfecta no puede realizarse plenamente en este mundo, nuestro filósofo se da cuenta perfectamente que es una utopía. Pero de lo que sí está seguro es que pueda realizarse en el interior de cada ser humano.



Ya te entiendo, dijo. Te refieres sin duda a la ciudad cuya fundación hemos descrito y que no existe sino en nuestros discursos, ya que no tiene asiento, a lo que creo, en lugar alguno de la tierra.

Pero tal vez, repuse, se levante en el cielo un modelo para el que quería contemplarlo y fundar, como fruto de esta visión, su ciudad interior. Y por lo demás, nada importa que exista en algún sitio o que alguna vez haya de existir. Lo que en ella se haga, esto hará él, y no lo de otra alguna.

Es natural, dijo (592a-b).


BIBLIOGRAFÍA.


La República. (Trad. A. Gómez Robledo). Bibliotheca Scriptorum Graecorum Et Romanorum Mexicana. UNAM.






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