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Nuestros Gobernantes Sí nos Representan.


Les comparto el episodio:




Adimanto le reprocha a Sócrates que si los guardianes no gozan de bienes materiales, no podrán ser felices como los gobernantes de otras ciudades que sí poseen riquezas. Sócrates le responde que en este ejercicio, están velando por la felicidad de todos los ciudadanos, no sólo de una clase privilegiada. En el fondo se busca la ciudad justa, representante del hombre verdaderamente justo.

Los ciudadanos no pueden ser ricos, pero tampoco indigentes.


“La riqueza, repuse, y la indigencia; porque al paso que la una produce la molicie, la ociosidad y el afán de novedades, la otra a su vez, con este mismo afán, la vileza y las malas acciones”. 422a.


No deben admitirse nuevas melodías en la ciudad, aunque estén de moda. La música es la base de la educación, como escuchamos en el episodio anterior.


“La innovación consistente en una nueva especie de canto, es cosa, en efecto, que debe precaverse como algo que lo pone todo en peligro, porque no se puede en absoluto alterar los modos musicales sin alterar las leyes fundamentales de la ciudad, como dice Damón y es mi convicción”. 424c.


“En la música, a lo que parece, proseguí, es donde los guardianes han de establecer su cuerpo de guardia.

En efecto, dio, es allí donde la ilegalidad se desliza fácilmente y sin que se dé uno cuenta”. 424d.


Si la ciudad se cimienta en una buena educación, no necesita legislar en cosas pequeñas. Los ciudadanos serán capaces de remediar sus diferencias entre ellos, sin necesidad de crear nuevas leyes. (425d).

Legislar sobre todo, no va a resolver los problemas de fondo de la ciudad, si es que no ha caído ya en el vicio. México es uno de los países con más leyes del mundo y esas leyes no han terminado con la corrupción y violencia que nos asedian.


“¿Y qué pensar de los que tienen el ardiente deseo de curar a tales ciudades? ¿No es de admirar su valor y su destreza?


Por mi parte, sí, dijo, aunque con excepción de aquellos que, engañados por los otros, se imaginan ser realmente políticos porque reciben el aplauso de la multitud.

¿Cómo dices? ¿No vas a tener, le dije, indulgencia por estos hombres? Imagínate un hombre que no sepa medir, y a quien otros muchos, tan ignorantes como él, le estén diciendo que tiene cuatro codos de estatura ¿cómo no va a creerlo él mismo?


No es posible que no lo crea, dijo.


No te irrites, pues, con ellos; son, por cierto, de lo más divertido. Legiferan sobre todo aquello a que antes pasamos revista, y se ponen a corregirlo, imaginándose siempre que van a encontrar un término a las fechorías que se cometen en los contratos y en los demás de que acabo de hablar, sin darse cuenta de que en realidad están cortando las cabezas de la Hidra”. 426 d-e.


Acaso, ¿esto no nos recuerda a la demagogia y el populismo de algunos países? Estos políticos no atacan el problema de raíz, y la cabeza de la corrupción, de la violencia e impunidad, vuelven a crecer.


Política y Ajedrez. 




En religión, la ciudad se regirá por lo dictado por el oráculo de Delfos, del dios Apolo.


“A mi parecer, nuestra ciudad, si está bien fundada, será buena en grado perfecto”. 427e.


“Y por lo mismo, es evidente que será prudente, valerosa, temperante y justa”. 427e.


Platón enuncia las virtudes que deben prevalecer en la ciudad. Si encuentra esas virtudes en la ciudad, será más fácil encontrar la justicia en esta búsqueda.


La primera virtud a analizar será la de la Prudencia, la cual se encuentra en los gobernantes, que dicho sea de paso son los filósofos.


“A la clase, por tanto, y a la parte más reducida de la ciudad, y en la cual residen la ciencia, el mando y el gobierno, es a la que la ciudad constituida conforme a la naturaleza debe el nombre de prudente en su conjunto; y este mismo linaje, que por su naturaleza resulta ser el más reducido, es al que corresponde el participar de esta ciencia que entre todas las demás, merece exclusivamente el nombre de sabiduría”. 428e-429a.


El prudente es quien se rige por el buen consejo, basado en la razón, en la ciencia, por eso no hay distinción entre sabio y prudente.


La segunda virtud, es el Valor, que consiste en lo que se debe temer. No es emocional, sino racional. Esta virtud reside en los guardianes, los militares.


“Esta fuerza, por tanto, y perseveración, en toda circunstancia, de la opinión recta y legítima sobre las cosas que son de temerse y las que no, es lo que yo llamo valor y lo defino así, si tú no dices otra cosa”. 430b.


La tercera virtud es la Templanza, que consiste en ser dueño de sí mismo, sin ser esclavo de nuestras pasiones.


“Sin embargo, proseguí, lo que esta expresión me parece quiere decir, es que en el alma del mismo hombre hay algo superior y algo inferior; y cuando lo superior por naturaleza tiene bajo su poder a lo inferior, se dice, y por cierto con alabanza, qué tal sujeto es dueño de sí mismo. Cuando por el contrario, a causa de mala crianza o compañía, lo superior, más endeble, es dominado por la muchedumbre de lo inferior, censúrase esto como un oprobio, y del que está en esta disposición se dice que es esclavo de sí mismo y que es intemperante”. 431a-b.


La Templanza es como una armonía, y la encontramos en toda la ciudad, no sólo en los gobernantes.


La cuarta y última virtud es la que atañe a toda esta reflexión, es la Justicia, que es como una especie de deber. “Hacer cada uno lo suyo y no entrometerse en lo de los demás”. 433a-b


Por esto digo que nuestros gobernantes sí nos representan. Y con la siguiente cita voy a explicar por qué:


“¿No nos será de absoluta necesidad, proseguí, el reconocer que cada uno de nosotros lleva en sí las mismas formas y caracteres que la ciudad, a la cual no pueden llegar sino de nosotros mismos? Ridículo sería pensar que no hubiera pasado de los particulares a la ciudad el carácter fogoso que tienen los pueblos a quien se les imputa [...]” 435e.


Las justicias o injusticias que haga cada ciudadano, contribuíra a hacer más justa o injusta a la ciudad. La ciudad es reflejo del hombre, es un hombre a nivel macroscópico.


De acuerdo con Gómez Robledo, traductor de esta versión de la República, en este libro viene enunciado por primera vez en la historia de la filosofía, el Principio de No Contradicción:


“Es evidente que el mismo sujeto no admitirá, al mismo tiempo, el hacer o el padecer cosas contrarias en la misma parte de sí mismo y con relación al mismo objeto”. 436b-c.


Existen tres principios en el alma, así como para la ciudad en el pensamiento de Platón:


“No sin razón, por tanto, proseguí, pretendemos que son dos principios distintos entre sí; y llamaremos, a aquello con que se razona, lo racional del alma, y a aquello con que desea y tiene hambre y sed, y queda agitado por los demás apetitos, lo irracional y concupiscible, y amigo de ciertos hartazgos y placeres”. 439d.


“[...] la cólera hace a veces la guerra a los apetitos, como siendo algo distinto de ellos”. 440 a.


Para explicar la cólera como tercer principio del alma, Platón contará la historia de Leoncio, quien sufre una lucha interna por ver o no ver a los ajusticiados en la plaza. O en nuestra época podemos compararlo como las personas que reducen la velocidad de su automóvil cuando ven un accidente en la autopista, o las aglomeraciones que se hacen alrededor de una persona accidentada.


A cada principio le corresponde su equivalente en la ciudad, junto con su respectiva virtud. El principio más elevado, supone los inferiores, pero no al revés. Los gobernantes se rigen por la razón y su virtud es la prudencia o sabiduría; los guardianes tienen la cólera y se rigen por el valor; los trabajadores o artesanos tienen el principio concupiscible y se rigen por la templanza. Y cumpliendo con todas estas virtudes, la justicia necesariamente hará su acto de aparición en el hombre como en la ciudad.


“Pues en verdad que la justicia parece ser algo así, sólo que no con referencia a la acción exterior del hombre, sino a la acción interior, a la que, en realidad de verdad, recae sobre sí mismo y las partes que hay en él, de modo que no permitir que ninguna de ellas haga nada de lo que es ajeno, ni se entrometan las partes del alma en sus funciones respectivas”. 443 d.


Cada ciudadano debe cumplir con la actividad que le es propia y para la cual fue educado y preparado, de lo contrario se cae en el vicio, en la injusticia:


“Y del mismo modo, proseguí, producir la justicia será disponer entre sí, los elementos del alma en una relación de dominio y subordinación conforme a su naturaleza; y producir la injusticia, por su parte, hacer que unos manden y otros obedezcan contrariamente a la naturaleza”. 444d.


La injusticia se produce cuando el egoísmo impera en la sociedad y cada persona ve por su propio bien, como parte y no velan por el bien común, el bien de la sociedad.

Referencias:

Platón (2000). La República. (Trad. A. Gómez Robledo). Bibliotheca Scriptorum Graecorum Et Romanorum Mexicana. UNAM.


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