Aquí pueden escuchar el episodio:
https://open.spotify.com/episode/2UD8WxhtHVtITKi1cu9bwR?si=8Zt86Pm5RyWiueGD0Nj6JA
Cuando empezaron los contagios en China de Covid 19, veíamos muy lejano el que un virus en otro continente nos fuera a alcanzar hasta acá, en América. En marzo comenzaron a surgir los primeros casos importados de este virus. Había visto las noticias de nuestros amigos de Europa y la situación era alarmante. Si no hacíamos nada al respecto, lo sucedido en otros países podría pasar en México…
Y lamentablemente los pronósticos se cumplieron. México ya ocupa el tercer lugar en muertes causadas por este virus. Esto quiere decir que la mayoría de los mexicanos a estas alturas o ya hemos padecido el virus o hemos conocido a alguien cercano ya sufrió los estragos de este coronavirus.
¿Qué fue lo que pasó?
Encuentro dos factores: El primero es la desinformación y el segundo es el egoísmo de las personas. Voy a explicar cada uno de estos factores a continuación.
La desinformación se ha convertido en el pan de cada día de la población. Las redes sociales han jugado un papel importante en este asunto. Ya he comentado en varios episodios de este podcast sobre este virus mayor que el coronavirus. El negocio de las redes sociales, incluidas las dedicadas a consumo de videos, basan sus ingresos con base en el número de vistas de lo que se comparte. A mayor número de vistas, mayor ingreso. De hecho la inteligencia artificial es responsable del contenido consumido. Existe un algoritmo que nos da sugerencias sobre qué ver a continuación. Les voy a dar un ejemplo de esto. Si una persona navega por redes sociales y ve un video sobre una posible cura del coronavirus o de una teoría conspirativa, de lo que sea. La siguiente recomendación será sobre el tema visto anteriormente, porque el algoritmo sabe que el consumidor está interesado en estos temas. El cerebro del usuario será bombardeado con videos sobre noticias falsas o sin corroborar; al final la visión de la persona será afectada. Esto es muy útil en política para alterar la incidencia de voto. Una red social nunca reemplazará a los periódicos. Para estar bien informados por lo menos debemos leer tres periódicos diferentes y si se pueden extranjeros mejor. Cuando veamos un video o una entrada sobre alguna noticia, es importante corroborarla, ver si pone fuentes y cuáles son. La verdad es lo que menos importa a las redes sociales…
En el caso del coronavirus, muchas personas creyeron teorías conspirativas sobre el origen de esta pandemia. Creyeron que el virus era un plan mundial de un nuevo orden. Después creyeron que era un plan de las farmacéuticas para vender la vacuna. Incluso hubo pseudo doctores que se atrevieron a afirmar que el dióxido de cloro era la cura. Esa substancia no es otra cosa que lejía para limpiar. Hago hincapié en la palabra creyeron, porque muchas personas depositaron su fe en esas noticias falsas. En este caso no se trata de creer, la fe no tiene nada que ver con esto. En redes sociales las personas pueden valerse de su propia razón e investigar si lo que les dicen es verdad o no, si puede corroborarse. Si no se verifica la información, la ignorancia de los consumidores de contenido en redes sociales, se vuelve culpable, porque es una ignorancia que se puede remediar.
El segundo factor es el egoísmo manifestado en la sociedad ante situaciones límite, como es el caso de esta pandemia. Hay personas que no dudaron de la existencia de este virus invisible a ojo humano; pero minimizaron las consecuencias. Pensamientos como “a mi no me va dar, o cuando te toca te toca, de algo me he de morir, etc.,” son formas de pensar egoístas, rozando la frontera de la estupidez. La estupidez no es otra cosa que buscar la solución más compleja a un problema. Exponerse al contagio sin ninguna justificación válida y sin tomar las medidas de protección pertinentes es un acto egoísta y estúpido. El egoísta no sólo se pone en riesgo de muerte a sí mismo, sino a las personas que le rodean. Victor Frankl decía en su libro El hombre en busca de sentido que en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial, no sobrevivieron los mejores. El instinto de supervivencia puede ser muy fuerte e incluso hacer actos inmorales con tal de sobrevivir.
Durante los primeros días de pandemia vimos cómo muchas personas desinformadas realizaron compras de pánico. Hubo desabasto de cubrebocas y medicamentos, hasta el papel higiénico escaseó. Esto debido al egoísmo en conjunción con la estupidez de algunas personas. Dicen los expertos que si todas las personas usaran cubrebocas, la pandemia se detendría en tres semanas si no mal recuerdo… El egoísta busca el bien personal por encima del común. Buscar el bien individual por sí mismo no es algo malo. Pero en este caso el bien común reditúa en el bien individual, al detener el aumento de casos de contagios.
Estas situaciones límite pueden sacar lo mejor de nosotros, hacernos solidarios con nuestros vecinos. Ayudarnos mutuamente. Compartir el pan y el sufrimiento. Bien dicen donde come uno, comen dos. Sin embargo estas situaciones también pueden hacer emerger lo peor del ser humano.
La filosofía ayudará a que reflexionemos sobre esta situación, para tratar de cambiar el rumbo como seres humanos y nuestro papel en la historia. El mundo, queramos o no, está en constante cambio; también el destino del hombre está en movimiento, no puede fijarse de manera absoluta. Está en nuestras manos, el mejorar nuestra situación.
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