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¿Necesitas un Anillo de Poder?

Comparto con ustedes el enlace del episodio:

https://open.spotify.com/episode/66Ej3eMintx6SEP7z4wkMI?si=wJ3WFgbfR0KBJ2WBZ-ojYQ


  "¿Por qué ser moral?, se pregunta Platón. Y Tolkien responde: <<para ser tú  mismo>>. 
¿Qué clase de vida debo elegir? Una acorde con tus habilidades. 
Si necesitas un anillo de poder para vivir tu vida, has elegido la vida equivocada". (Katz, 2010).


Les dejo el enlace para escuchar el episodio sobre el libro segundo de la República de Platón y les comparto mis reflexiones al respecto en la transcripción del podcast, después de la presentación.


     Seguimos con el reto de leer un libro de la República de Platón cada semana. Desafortunadamente no pude terminar el libro segundo en una semana. Me llevó bastante tiempo leer y reflexionar sobre las principales ideas que un servidor sustrajo de esta obra. En este segundo libro Sócrates retoma el problema planteado por Trasímaco, sobre que la justicia, en sus palabras, es el interés del más fuerte. Este discurso es retomado por Glaucón y lo vuelve a explicar más a fondo. Para hacerlo, Glaucón hará una distinción de tres tipos de bienes:


1.- El primero es el bien que lo es por sí mismo, sin ninguna consecuencia, como serían, por ejemplo la alegría o los placeres sencillos de la vida, como tomar una taza de café mientras lees a Platón.


2.- El segundo tipo de bien son aquellos que amamos por sí mismos y también por sus consecuencias. Entre estos bienes encontramos el buen juicio, la vista y la salud.


3.- El tercer tipo de bien no es amado por sí mismo, sino por la ventaja o ganancia que nos acarrea, son bienes penosos, difçiles de conseguir, como serían la gimnasia o la medicina.


Glaucón le preguntará a Sócrates dónde colocará a la justicia y Sócrates lo hará en el segundo tipo de bienes y dirá: “Por mí, le dije en la más bella, o sea en aquella del bien que debemos amar por sí mismo y por sus consecuencias, si se propone uno ser dichoso”. 


Glaucón le dirá a Sócrates que la justicia, en la opinión de la mayoría de las personas, se encuentra en el tercer tipo de bienes y que la justicia es penosa de conseguir, es difiícil practicarla:


“Pues no es ésta, repuso, la opinión del vulgo, que clasifica la justicia entre los bienes penosos, como algo que hay que practicar en vista de la ganancia, o por la fama y el buen parecer, pero de la que, por sí misma, habría que huir por la pena que trae consigo”. (358a).


Esta forma de pensar, está en consonancia con lo dicho por Trasímaco en el capítulo anterior, que la justicia es buscar el interés del más fuerte. Porque el hombre justo realmente padece injusticias. Paradójicamente, le va mal en la vida, por eso practicar la justicia es penoso, es trabajoso.


Lectura recomendada.




Al parecer de esta noción penosa de justicia, nace el Estado que conocemos ahora, y podemos apreciar cómo las personas se relacionaron entre sí con base en su noción de justicia. Cito las palabras de Glaucón al respecto:


“De aquí que, así como los hombres tuvieron experiencia tanto de las injusticias cometidas como de las resentidas, aquellos que no pudieron esquivar la peor suerte ni abrazar la mejor, juzgaron que les sería útil entenderse todos entre sí para no cometer ni sufrir injusticias, y de allí tuvieron principio las leyes y convenciones que establecieron entre sí, y los preceptos de la ley fueron llamados legalidad y justicia. Tal es la génesis y esencia de la justicia, la cual ocupa así la posición intermedia entre el mayor bien, que es la impunidad en la injusticia y el mayor mal, que es la impotencia de vengarse de la injusticia que se sufre. Medianera entre ambos extremos, la justicia no es objeto de amor como un bien, sino de honor apenas, por la impotencia de cometer la injusticia. Aquél, en efecto, que es capaz de cometerla y que es de verdad un varón, jamás hará con nadie, a menos de estar loco, una convención con el fin de no hacer injusticias o sufrirlas”. (359a-b).


Termino esta larga cita y les hago una pregunta: ¿Qué es lo que impide que el hombre sea el lobo del hombre, como afirma Hobbes? La respuesta para que no predomine el interés del más fuerte, recae en las convenciones que hacen los hombres para no destruirse y protegerse, se convierten así en Estado para protegerse de los más fuertes. Pero estos estados surgen de esta idea de justicia como algo penoso, en última instancia el interés del más fuerte.


Para explicar lo anterior, Glaucón recurrirá al mito de Giges y el anillo. En este mito Giges es un simple pastor, que un día se encuentra un anillo. Este anillo es especial, es mágico, tiene la capacidad de hacer invisible a su usuario. Giges se pone el anillo, y con ayuda de su poder, asesina al rey y se queda con el trono. Este mito es usado para explicar que nadie haría actos justos por sí mismos, al contrario, la gente se porta bien porque se sabe vigilada, pero si las personas tuvieran el poder de no ser vistos, sin duda cometerían actos injustos sin el temor de ser castigados por ellos. El Estado tiene que vigilarnos, el gran hermano necesita vernos para no cometer injusticias, lo cual quiere decir que estamos dispuestos a cometer injusticias si no somos observados.


Esta escena nos recuerda al famoso anillo único, forjado por Sauron en el señor de los anillos. Tolkien se inspiró en este mito. Sin embargo también me recuerda a una escena de la película de Shazam, el superhéroe de cómics. En esa escena el hermano adoptivo de Shazam le dice que cuando hace la pregunta a las personas de que si pudieran tener un super poder cuál elegirían, el hermano adoptivo de Shazam contesta que las personas malas siempre responden que elegirían el poder ser invisibles…


Cuando leí el pasaje de Platón me puse a reflexionar sobre qué haría si encontrara el anillo de Giges, ¿lo usaría para mi beneficio? La respuesta a la cual llegué es que si encontrara el anillo no lo usaría pero sí me lo quedaría… Me di cuenta que también el hecho de guardarlo implica tener algo de injusticia en el corazón. Guardarlo implica querer usarlo cuando se necesite. Curiosamente le hice la misma pregunta a mi esposa y ella me respondió que ella destruiría el anillo o lo tiraría. 


Ante la tentación de tener un anillo de poder, existe otra solución que nos da el mismo Tolkien en labios del sabio Gandalf. Cuando Frodo le ofrece el anillo a Gandalf, éste lo rechaza porque se da cuenta que si él lo guarda, no lo usaría precisamente para cosas buenas. Creo que es lo que yo tendría que hacer si algún día me enfrento a la tentación de tener poder. Rechazarlo absolutamente, ni siquiera guardarlo o pensar en la posibilidad de tenerlo.


Me consuela que hay personas como mi esposa, que se desharían sin dudarlo del poder, no contemplarían ni siquiera la oportunidad de usarlo. Esas son las personas realmente justas para Sócrates.


Volviendo al mito de Giges, Glaucón comentará lo siguiente:


“He ahí la gran prueba, si podemos decirlo así, de que nadie es justo por su voluntad, sino por la coacción, y que nadie es bueno en la intimidad, ya que en cuanto uno se cree capaz de obrar injustamente, lo hará. No hay ningún hombre que no crea que le aprovecha más en lo personal la injusticia que la justicia; y tendrá razón de creerlo así, de acuerdo con los partidarios de esta doctrina. Si algún hombre en efecto, en posesión de un poder como el de Giges, no consintiera jamás en cometer injusticias o en atentar a la propiedad ajena, los que estuvieran en el secreto le tendrían por el más infeliz e insensato de los hombres. Cierto que en público lo ensalzarían, pero a conciencia de que se están engañando mutuamente, por el temor de que ellos a su vez no sean objeto de alguna injusticia”. (360c-d).


Glaucón analizará al extremo la vida del justo como la del injusto. El justo sufrirá, incluso se le tendrá por injusto; en cambio, el injusto tendrá todo lo que desee, incluso aparecerá como justo ante los ojos de la sociedad. ¿Acaso no están describiendo a algunos políticos de hoy día?


Parece que seguimos en el problema de la justicia del más fuerte. Por ello Sócrates va a analizar el Estado, ya que la ciudad, el Estado con mayúscula es reflejo de sus habitantes. Si existe la justicia en el Estado, en lo grande, también es posible que exista la justicia en el individuo. Sócrates afirmará:


“Si existe, según afirmamos, la justicia del hombre como individuo, ¿no habrá también la justicia de toda la ciudad?”.


Por eso lamentablemente, me atrevo a decir que de cierta forma nuestros gobernantes sí representan a sus ciudadanos. Si tenemos presidentes ignorantes y populistas es porque el pueblo, en su mayoría está predispuesto a ese tipo de ideas. Si en los gobiernos hay corrupción es porque el pueblo de alguna forma la tolera y hasta hace uso de ella. ¿Ven todas las reflexiones que podemos obtener de esta lectura llena de actualidad?


Sócrates, Glaucón y Adimanto, harán un ejercicio de imaginación y forjarán una ciudad Estado ideal. Imaginarán sus habitantes, obreros, comerciantes, entre otros. También necesitarán quiénes defiendan la ciudad. Es aquí donde entra el papel del guardián de la ciudad. Para Platón el guardián por excelencia es el filósofo. Platón hará una comparación del filósofo con el perro, el guardián por naturaleza:


“En que para distinguir una presencia amiga de una enemiga, no tiene otro medio que el respectivo conocimiento o desconocimiento. Ahora bien, y no teniendo otro criterio que el conocimiento y la ignorancia para distinguir el amigo del extraño, ¿cómo no va a ser amante de aprender?.


¿Pero no es lo mismo, proseguí, ser amante de aprender y amante de la sabiduría?.


Admitamos, pues, con confianza, que también el hombre que ha de ser apacible con sus amigos y conocidos, debe ser por naturaleza filósofo y amante de aprender.


Filósofo, por tanto, además de colérico, veloz y fuerte, será para nosotros, el que haya de ser un noble y buen guardián de la ciudad”. (376b-c).


El guardián para Platón por lo tanto es guerrero y filósofo, diestro en las armas y sabio, porque domina sus pasiones. El filósofo será el que defienda los intereses de la ciudad por encima de los propios.


La educación que debe recibir el filósofo será en música para educar su alma y gimnástica para educar el cuerpo. La música incluye también los relatos y literatura y poesía. Sin embargo Sócrates afirma que hay que censurar a los poetas o a los contadores de fábulas porque cuentan mentiras. Dibujan sobretodo a los dioses como perversos y sujetos a sus pasiones.


Sócrates dirá:


“En que nos representan a los dioses y a los héroes de mala manera y no como son, del modo que lo haría un pintor al trazar retratos que no tienen ningún parecido con los objetos que pretende trasladar en su semejanza”. (377e).

En las fábulas a veces ponen a los dioses como celosos o engañadores, mienten para manipular a los hombres. Los dioses no pueden ser injustos para Platón. Para Platón Dios no puede ser causa del mal. Es una idea originada en este filósofo:


“De los bienes no habŕa que buscar ninguna otra causa; y de los males, habrá que indagar otra causa, pero no Dios”. (379c).


Y líneas adelante añade:


“Pero Dios, con todo lo que a Él se refiere, guarda un estado del todo perfecto. Y por esto , en suma, es Dios el que menos puede recibir muchas formas”. (381b).


Para Platón Dios es inmutable, no cambia, por ser perfecto.


Platón se desvió del tema de la justicia al imaginar su ciudad ideal. Pero aún nos quedan ocho libros más de la República para analizar.

Fuentes.

Platón (2000). La República. (Trad. A. Gómez Robledo). Bibliotheca Scriptorum Graecorum Et Romanorum Mexicana. México: UNAM.


Eric Katz. (2010). Los anillos de Tolkien y Platón: lecciones sobre el poder, la libertad de elección y la moral. En El señor de los anillos y la filosofía (Trad. Alejandra Chaparro).(299). Barcelona: Ariel.

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